Los malagueños ahorran en tabaco, juego y alcohol debido a la crisis. (España)

En una taberna del Centro, un grupo de comensales se queja amargamente de la crisis mientras da cuenta de una ronda de cervezas. En la puerta de las oficinas de empleo, las colillas se acumulan como si fuera el rastro de la desesperanza. Es la paradoja de siempre, la costumbre que define a los españoles y a su tristeza, poco hecha al silencio y a los tabiques de casa. Al menos, en teoría. En Málaga, a juzgar por el aliento de la calle, da la impresión de que si hay algo capaz de resistir los vaivenes de la economía, eso es la juerga, la fiesta, la marcha, aunque las predicciones no son exactas. Los vicios, legales e ilegales, también han caído. La provincia fuma, bebe y juega, pero ya no lo hace como antes.

El descenso en algunos sectores ha sido espectacular, aunque se advierten estrategias para adaptar la oferta a la contención del mercado. A excepción de las apuestas del Euromillón, que han subido un 4% en el último semestre, la industria del ocio, en su apartado menos deportivo, acumula pérdidas que superan los diez puntos en productos como la bebida y el tabaco.

Los estancos no se muestran sorprendidos. En algunos establecimientos las ventas han bajado un 40%, mientras que en otros, la caída se detiene a la mitad, lo que ya de por sí da para un buen susto. Pedro Jiménez, de la expendeduría de Puerta Nueva, alude a un fenómeno que confirman otras tiendas como la de Héroe de Sostoa: los malagueños no se han quitado en bloque de fumar, pero sí lo hacen a menor coste. «Lo que ha subido enormemente es el tabaco de liar. Incluso las grandes marcas han lanzado su producto», comenta.

Las máquinas de los bares también han notado el descenso de clientela. Rafael Prado, de la Asociación de Empresarios de Hostelería de Málaga (Aehma) cifra la caída en un 22%, aunque reconoce que no se trata de la mayor contrariedad a la que se han enfrentado en este tiempo. Sus preocupaciones se centran en la bebida, que ha sufrido un descenso en paralelo al de la comida, aunque con una idiosincrasia propia. Si la crisis inspira a los comensales a sacrificar los platos por la frugalidad de la tapa, con el alcohol ocurre lo mismo. El consumo de cerveza ha bajado un diez por ciento y el resto sitúa en veinticinco puntos menos el volumen de ventas. Del gran reserva se ha pasado a la gama media de las bodegas.

Para Prado, las pérdidas son consecuencia de la crisis, pero también de otros factores. Entre ellos, destaca la responsabilidad de los conductores y, sobre todo, la ley antitabaco, que ha comprimido la hora de la sobremesa. «La gente sale a fumar y ya no se siente tan distendida», explica.

La Federación Española de Bebidas Espirituosas (FEBE) pone más números al problema. En el último año, el consumo ha descendido un 12%. Una tendencia que, en el caso del alcohol, acostumbrado a retraerse anualmente algo más de un punto por el envejecimiento de la población, se mantiene desde casi un lustro antes de que se enunciara formalmente la crisis. Entre 2003 y 2009, la demanda se desplomó en algo más de una quinta parte. «Fuimos de los primeros en entrever que algo pasaba», señalan fuentes de la organización.

En la bebida también ha habido cambios, aunque no hasta el punto de disparar una alternativa económica y artesanal como ocurre con el tabaco. El descenso se aplica a todas las destilaciones, aunque proporcionalmente se ha asistido a un incremento de la ginebra y el ron oscuro, que empiezan a cuestionar el dominio del whisky.


Juego

El juego, si se advierten sus números económicos, tampoco ha representado un consuelo masivo para los afectados por la depresión económica. Juan José Martín, presidente de la Asociación de Empresarios del Recreativo de Málaga, sitúa la caída de la facturación entre un veinticinco y un treinta por ciento. Las razones son aportadas con resignación, especialmente en el caso de las máquinas conocidas como tragaperras. «Han cerrado muchos bares y es lógico que ante una situación así la gente reserve el dinero para necesidades menos superfluas», precisa.

Las restricciones económicas también han obligado a los empresarios del juego a reinventar su negocio. Juan José Martín adelanta que el sector anda detrás de nuevas fórmulas que permitan alargar el tiempo de ocio a cambio del mismo coste. «Se están estudiando modelos, a través de la aplicación de I+D+i para lanzar nuevas ofertas», confiesa.

La crisis ha sido inmisericorde. Si resultaba difícil pensar en un descenso de ventas en productos destinados a desdramatizar la vida, más aún lo es en aquellos que, además de un entretenimiento, suponen una apuesta del futuro. A pesar de la crudeza de los tiempos, la lotería, en sus distintas modalidades, también ha experimentado un descenso. Los bolsillos, al parecer, ni siquiera están para invertir en el azar ni en milagros estadísticos. En el último semestre, La Primitiva ha caído un 5,37% en la provincia, porcentaje similar al registrado en el juego de la Bono Loto. Ni siquiera el Gordo ha tolerado el envite, aunque sus pérdidas son bastante más moderadas, con apenas un 1,24% de diferencia respecto a los primeros seis meses de 2009.

Mención especial merecen La Quiniela y el Euromillón, si bien por razones muy distintas. El juego de la apuesta continental ha salido airoso de los últimos golpes de la crisis, con un incremento de más de cuatro puntos, mientras que las predicciones sobre los resultados de Liga han retrocedido de manera incontestable: un 12,97 por ciento.

Los cupones de la ONCE tampoco se compran con la soltura de hace tan sólo dos años. Según informa Cristóbal Martínez, presidente de la organización en la provincia, las ventas bajaron un 6,38 por ciento en el último ejercicio y los meses de 2010 arrojan una perspectiva similar. Un descenso relativamente bajo si se confronta con el de otros sectores. «Tenemos un público muy fiel y convencido de la utilidad de nuestra labor social», puntualiza Martínez.

La caída de los mercados ha comprimido también el presupuesto para los vicios, incluso, en los de mayor abolengo como el sexo. José Roca, de la asociación Anela, asegura que la facturación ha bajado entre un 55 y un 60 por ciento en los locales de alterne, que también han perdido un 40 por ciento de parroquianos. «Eso quiere decir que va menos gente y que de la que acude, no todos contratan servicios», indica.

Las pérdidas de los clubes contrasta con el aumento de la prostitución callejera y de las nuevas profesionales, casi todas ellas españolas, que apuestan por la discreción y el anuncio en la sección de contactos. «Muchas mujeres, sobre todo después de la crisis, buscan hacerlo por su cuenta para conservar el anonimato», resalta. Es ahí precisamente donde la demanda se vuelve más paciente a los estragos de la crisis, a costa, eso sí, de la caída de los precios. Las puertas de Sodoma y Gomorra han cambiado el mármol por el contrachapado. Los vicios no se mantienen inalterables.