´Gasté 3.600 euros en juegos en dos días´

ROSA FERRIOL. PALMA. Quien más quien menos ha echado alguna vez el cambio de la consumición en una máquina tragaperras de un bar. Un acto tan sencillo como peligroso. Así empezó Jesús Caballero su camino hacia la adicción al juego. Tenía 16 años. Después de los céntimos de vuelta de un café, empezó a pedir al camarero cambio de diez euros y, sin darse cuenta, perdió el control de la situación. "Luego va a más porque quieres recuperar el dinero que has invertido", relata Jesús que cuenta su experiencia de toda una década adicto a las apuestas y al juego de azar. Después de las máquinas, llegaron las cartas, las quinielas, la lotería... "buscas otros juegos para recuperar el dinero perdido". Podía gastarse unos 600 euros mensuales jugando a las tragaperras. Eso sí, "no todos los días son iguales. Gastas según lo que llevas", puntualiza. Se hacen barbaridades. "Un día entré en el casino con 60 euros, salí con 3.600 y me los gasté en dos días en juegos y loterías", recuerda. También se dejó mil euros en una quiniela y llegó a comprar diez periódicos de golpe por los boletos. Así pasaron diez años. Con 25 se casó y fue cuando salieron a la luz todos los gastos. Gracias a su mujer, ayer, día sin juego de azar, pudo contar su historia y presumir que lleva diez años sin echar una moneda en una tragaperras.

Jesús Caballero delante de un Punt de Joc

Lo hizo en la sede de la Associació Juguesca, cuyas terapeutas le ayudaron a salir del negro pozo del dinero, las máquinas y las apuestas. Fue su mujer quien contactó con las psicólogas de la entidad para pedir ayuda. "Yo sabía que tenía el problema pero era incapaz de dejar de jugar solo. Necesitaba ayuda y la pedí a mi mujer", dice Jesús.

Susana Navarro-Reverter es una de las terapeutas. Comenta que el primer contacto con la asociación suele tomarse tras una situación límite, por ejemplo, la familia se ha dado cuenta, ha dejado de pagar la hipoteca... Por norma general, el afectado suele negar su adicción ya que el "juego es la adicción más fácil de ocultar, se destapa cuando aparecen los problemas económicos", afirma Susana. A pesar de las mentiras sobre el dinero, a pesar de perder la confianza de la pareja, a pesar de hacer daño a quien más quieres y a pesar de tantos pesares es la pareja y la familia quien puede hacer entrar en razón al adicto para que empiece a reconocer su problema y que necesita ayuda, una ayuda que encuentra primero en sus seres queridos y luego en las terapeutas de la asociación que marcan las pautas para poco a poco ser más fuertes que el poder atractivo del juego.

El objetivo del tratamiento es la abstinencia total del juego con apuestas de por medio. Para lograrlo, dice la psicóloga, dan unas pautas para evitar situaciones de riesgo. La droga del jugador es el dinero, por ello, es lo primero que les quitan. "Se les hace un control del dinero, deben justificar todo lo que gastan y para sacar dinero del banco lo tienen que hacer acompañados por la pareja o el responsable de su seguimiento", puntualiza la experta. "Los primeros tres meses de la terapia no llevaba dinero, sólo llevaba para un café o para comprar tabaco pero siempre debía presentar el ticket a mi mujer", recuerda Jesús, que estuvo dos años y medio en tratamiento y que no recayó en ninguna ocasión. El tiempo que invertía en juego lo ocupó el deporte, primero la bicicleta y ahora el gimnasio.

"El juego o yo" fueron las palabras que hicieron reaccionar a Toni, unas palabras que salieron de la boca de su mujer. "Las máquinas eran mi perdición", "vi que lo perdía todo, sobre todo, a mi mujer", recalca Toni quien de los 18 años que llevó jugando, siete u ocho fueron muy malos. Le costaron su matrimonio y perder la confianza de su mujer. "Me tuve que marchar de casa porque le había prometido a mi mujer que no volvería a jugar más y lo hice", recuerda. Luego recibió una llamada de esperanza, la llamada que le hizo cambiar el chip, el primer eslabón para la recuperación. Era su mujer. Si quería seguir con la relación, debía ir a la asociación Juguesca para curarse.

Necesitaba ayuda, él solo lo había intentado pero no pudo. "Estuve sin jugar nueve meses por mi cuenta pero recaí. Ahora hace diez meses que vengo al centro", cuenta tras agradecer una y otra vez el gran apoyo que le ha dado su mujer y sus familiares. Su esposa como las otras parejas son una parte activa de la terapia. "A todas aquellas personas que sospechen que su pareja es adicta al juego les recomiendo que se pongan en contacto con la asociación. A mi me ha ayudado mucho porque participas en las terapias de grupo y te sientes identificada", anima ella.


En algunos casos como el de Rafa es el propio afectado que pide ayuda. "Me vi ahogado y se lo conté todo a mi mujer. Me apoyó. Tener ayuda es primordial", destaca Rafa de 38 años, quien gastaba unos 60 euros diarios en las tragaperras. Hace un año y un mes que le dieron de alta. "Cada día voy a tomar café a un Punt de Joc porque me refuerza ver que no juego", admite.

No todo son hombres. Hay mujeres, mujeres que acudieron al centro solas, sin pedir ayuda a nadie. Hace cuatro años que Apolonia está dada de alta. "Vine sola porque una amiga también jugaba mucho y llegó un día en que le cortaron la luz, el teléfono... me vi reflejada y fui al médico a pedir ayuda porque estaba cansada de pedir dinero. Llegó al punto que el dinero para comprar la comida se iba a las tragaperras. "Ahora me doy cuenta de los desastres que hice", por ello, aconseja a los jugadores a ponerse en manos de profesionales. "Vale la pena porque la vida que llevas jugando, no es vida", concluye. Rafa es más directo. A los ludópatas que no lo reconocen les habla claro al decirles que no se engañen a sí mismos y que pidan ayuda porque, si quieren, pueden dejarlo. Jesús les recomienda a que jueguen a estar un mes sin tragaperras, quinielas, lotería, bingo... si no lo superan, son adictos y deben pedir ayuda. Y a los familiares les insta a informarse en el 971 274328 si intuyen que un ser querido puede estar abducido por el juego. A aquella esposa que ve que su matrimonio destruido por el juego, le recomienda ser muy directa y decirle a su marido que tiene un problema. Si hace oídos sordos, la asociación está ahí para aconsejarla. Y no solo esposas, también maridos, padres, madres o hijos pueden pedir una mano. Y es que la ludopatía no entiende de perfiles. Todos pueden engancharse y con las nuevas tecnologías los jóvenes son unas víctimas más. Esperanza se dio cuenta que su hijo de 17 años era adicto al juego porque su carácter había cambiado y un día le faltó dinero. Al contrario de lo que suele pasar, aceptó que los había cogido para tragaperras. De esto ya hace 13 años. Esta madre cuenta que hace falta mucha fuerza de voluntad porque la ludopatía es la gran desconocida porque no es como el alcohol que se detecta a simple vista. Juguesca abrió sus puertas a la ciudadanía para que esta adicción tan desconocida, empiece a conocerse.