Aumentan los ludópatas. (Argentina)

Según un informe difundido el domingo último por El Ancasti, la adicción al juego de azar, llamado ludopatía, ha crecido en estos años en la provincia, como ha ocurrido en todo el país. Esto quiere decir que hay más jugadores y consecuencias crecientemente graves, tanto para el enfermo como para su entorno más próximo, que es la familia. Hay que advertir que en estos tiempos el juego ha dejado de ser una actividad socialmente estigmatizada. Ningún jugador -ni jugadora- sufre ahora aquella discriminación que convertía al adicto en objeto de condena colectiva.

Tanto varones como mujeres acuden a las casas de juego como a cualquier otro centro de entretenimiento y a nadie se le ocurriría que tales personas cometan irregularidad alguna, a menos que se tratara de casos extremos, como aquellos de los que derivan ruinas económicas y humanas totales.

Del informe se desprende la relación entre urgencia económica y ludopatía, por cuanto uno de los motivos por los que se apuesta es la necesidad de lograr otros ingresos. Esta realidad, según puede especularse, asegura la generalización de la enfermedad, pues no han de ser muchos los satisfechos con sus ingresos habituales y los que no sucumban ante la excitación consumista generada por la irresistible incitación publicitaria a que se está sometido constantemente.

La especialista consultada, Eugenia Olea, definió este mal como "una enfermedad adictiva en la que el sujeto es empujado por un abrumador o incontenible impulso a jugar, y este impulso persiste y aumenta la intensidad y urgencia, consumiendo cada vez más tiempo, energía y recursos de la persona, tanto emocionalmente como materiales".

Desde ya, la adicción no se satisface únicamente en las mesas de juego o en las máquinas tragamonedas de los casinos. También la quiniela y los otros juegos similares son medios por los cuales el jugador puede canalizar su adicción, incluso con menor riesgo de ser identificado como un ludópata. Por cierto, el ludópata no es el jugador ocasional, sino el compulsivo para quien la apuesta es una necesidad tan apremiante como el alimento.

Es necesario señalar que no porque el juego haya reducido su categoría de "vicio deshonesto" de un pasado no tan lejano, las secuelas de su práctica sean hoy más leves que ayer. Son actualmente tan lamentables como antes, pues las rupturas matrimoniales y la consiguiente disolución familiar siguen destruyendo existencias, aumentando los miserables y contribuyendo a la pérdida de la dignidad personal.

La ludopatía es una enfermedad de múltiples causas y concebirla sólo como fruto de la búsqueda de mayores ingresos económicos resultaría insuficiente. Seguramente, a las complejas raíces psicológicas de la adicción se le añade la circunstancia de las facilidades actuales para satisfacer la inclinación. Los centros de juego ya no son lugares ubicados lejos del alcance de todos, sino "instituciones" establecidas en el corazón de las ciudades, abiertas hasta para los que viven con dificultad con el salario que perciben o con la "changa" que obtienen eventualmente.

El otro aspecto tiene que ver con la inexistencia de establecimientos en que se brinde atención a los ludópatas que quieren liberarse de su mal. En Catamarca, la atención sanitaria pública no contempla ni a estos enfermos ni a los alcohólicos, por lo cual la ludopatía es aquí un problema particularmente grave y con perspectivas de agravarse indefinidamente.

Recrudece en Catamarca la adicción al juego y no hay atención estatal para la enfermedad.