Los ludópatas aumentaron un 47% en Galicia en seis años

La crisis ha destapado mucha gente que estaba oculta en el mundo del juego. El problema salta antes, ya que las personas que tienen esta enfermedad ven que no tienen de donde sacar más dinero. Esto hace que aumente el registro de autoprohibición". Así se refiere José Luis Comesaña, presidente de la Agaja (Asociación Gallega de Jugadores de Azar), al incremento producido en el Registro Informático de Prohibidos de la Xunta de Galicia.

En concreto, los gallegos dados de alta en el registro de la Xunta que prohíbe la entrada en bingos y casinos a aquellos ciudadanos con ludopatía han aumentado un 47 por ciento desde el año 2004. Así, de los 1.070 existentes a principios de ese año, se pasó a los 1.575 a finales de 2009. A ellos, hay que sumar las 18 altas que se han producido en lo que va de 2010, alcanzando los 1.593, según los datos proporcionados por la Consellería de Presidencia.

Por otra parte, el presidente de la asociación también destaca que "ahora hay menos reticencia, menos miedo a futuras consecuencias al hacerlo". Inscribirse en este registro es un requisito indispensable para entrar en Agaja, hecho que también influye en este aumento de personas que se autoprohíben la entrada.

Aproximadamente el uno por ciento de la población gallega es jugadora patológica, mientras que un tres por ciento ya presenta problemas con el juego, según la asociación.

El perfil de una persona ludópata ha cambiado en los últimos años. Actualmente se trata de personas jóvenes, de 25 a 35 años, solteros con pareja y un nivel adquisitivo medio. Son preferentemente hombres. "La mujer es bastante más reacia a descubrir su enfermedad. El ludópata se ve como un vicioso, pero en el caso de la mujer se agacha mucho más", explica José Luis Comesaña. De hecho, en la asociación, por cada diez hombres solamente hay una mujer. Por el contrario, años atrás el perfil más frecuente se encontraba entre los 29 y los 36 años.

¿Cómo rehabilitarse?
Todas las personas que entran en la asociación Agaja comienzan un tratamiento para intentar superar su adicción al juego. El primer paso es la autoinscripción en el Registro Informático de Prohibidos de la Xunta de Galicia, que no permite la entrada de dichas personas a casinos, bingos y salas de juego.

A partir de ahí, el enfermo comienza el tratamiento, que se divide en tres fases. La primera de ellas tiene una duración de seis meses, en la que se enseña al paciente cambios de hábitos y métodos de control para su adicción. Ésta es la etapa en la que más recaídas se producen. " Entre un 20 y un 30 por ciento de los enfermos abandona en esta fase debido a que piensa que ya controla la adicción al juego", afirma Comesaña. Sin embargo, también destaca que "muchas personas no tardan un año en volver al tratamiento".

En la segunda etapa de la rehabilitación se trata más aspectos como el cambio personal, la autoestima o la toma de decisiones. Esta fase tiene una duración de otros seis meses.

La última etapa es más corta, puede durar de dos a tres meses. Comesaña comenta que el porcentaje de rehabilitados con el tratamiento está entre el setenta y el ochenta por ciento".

Además, en Agaja realizan charlas-coloquios una vez al mes. "La gente que acaba el tratamiento generalmente asiste a ellas, porque continúan viendo a las personas que quedaron", y manteniendo el contacto.



LEGISLACIÓN Y MENORES
Con respecto a la legislación vigente, Comesaña comenta que "tenía que haber un sistema similar al de las expendedoras de tabaco". De esta forma, "introduciendo el DNI, la máquina debería detectar si esa persona tiene su autoprohibición de jugar firmada". "Sin embargo, esto no interesa ya que el juego genera mucho beneficio económico".
Además, destaca la vigilancia insuficiente que existe sobre el juego en los menores. "Tendríamos que controlarlo nosotros, pero no tenemos poder ni somos quien para hacerlo".

MODERACIÓN Y EDUCACIÓN
En la actualidad, el desarrollo de las tecnologías provoca que cada vez más jóvenes ocupen su tiempo de ocio en videojuegos e Internet. Desde Agaja afirman que "con moderación, los juegos, Internet o los teléfonos móviles no son algo malo". La educación y la información en los colegios son dos de las claves para evitar posibles adicciones en los menores. Desde la asociación alertan de que "lo malo es que los padres se despreocupen de lo que hacen sus hijos, son los que tienen que regular la situación" y controlar el tiempo que los niños pasan delante de la consola o del ordenador.


DATOS PRINCIPALES

1.593 REGISTRADOS Es el número de personas apuntadas en el Registro informático de Prohibidos de la Xunta de Galicia en la actualidad.

70% REHABILITADOS El porcentaje de recuperados gracias al tratamiento de la asociación oscila entre el setenta y el ochenta por ciento.

EN PRIMERA PERSONA

Santiago. José Luis Comesaña Lorenzo es actualmente el presidente de Agaja (Asociación Gallega de Jugadores de Azar). Ha vivido en primera persona el calvario de la adicción al juego, del que lleva ya trece años rehabilitado.
Jugador de cartas desde los catorce años, comenzó a entrar en los casinos a partir de los dieciocho. Era la época de la dictadura, el juego estaba prohibido. Por eso “falsificaba el carné para poder entrar”. El bingo fue su principal adicción, aunque no la única.

Los primeros cuatro o cinco años de juego era una época muy buena, “ganaba mucho dinero”. Pero a partir de ahí empezó a perder, lo que provocó que llegase “a robar y a vender joyas”.
“Llegué a ganar un millón de pesetas en un día” explica, pero “en mi vida perdí alrededor de 20 millones de pesetas por culpa del juego.”

Comesaña nos explica cómo consiguió ocultar su enfermedad a toda su familia. “El jugador desarrolla la habilidad de la mentira, la dominas muy bien”. Comenta que su familia nunca sospechó en qué utilizaba el dinero que les pedía. “Sólo mi madre tenía alguna duda en la última fase”.

La adicción al bingo llegó incluso a convertirse en el motor de su vida. “Hubo un momento en que estaba deseando que llegasen las 15.30 horas de la tarde para poder entrar en la sala de juego”.Como él mismo relata, hacía muchas peripecias para “pasarme hasta doce horas jugando”.

Pero José Luis por fin reaccionó y decidió cambiar su vida. A los 40 años, tocó fondo cuando gastó el dinero del regalo de boda de su hija. “Me invadió la angustia y decidí suicidarme”. “Me alegro de haber sido cobarde y no haber sido capaz”, añade. Un familiar lo ayudó y entró en la asociación.

“Hoy en día, sigo con la autoprohibición de entrar en bingos y casinos, y es algo que ni me preocupa”, comenta orgulloso. “Asumí que tenía una enfermedad y me propuse que no terminaría con mi vida”. Este es el primer paso para recuperarse, “reconocer que no se está bien”.

“En la vida hay algo más, hay felicidad, la familia, los amigos, vuelves a ser persona”.

Por último, nos comenta que en la sociedad “se ve al ludópata como un vicioso, como alguien que perjudica a su familia”, aunque cada vez más se va entendiendo como una patología, “gracias al trabajo de asociaciones como la nuestra”. V.M.