El juego en la provincia de Pontevedra reporta tres mil euros a la Xunta cada hora...

Cada vez que la máquina tragaperras engulle un euro, cada vez que alguien tacha un cartón o que apuesta en el black jack, cada vez que se sortea una rifa la Xunta hace caja. Las arcas autonómicas se tragan una media de 27 millones al año, o lo que es lo mismo tres mil euros a la hora, según el último balance anual de la tasa fiscal sobre el juego. En la otra cara de la moneda recaudatoria, está la ludopatía.

Salir del pozo le cuesta más de un año y medio a cualquier jugador compulsivo. No todos lo logran. Hay un 20% que abandona la terapia en la primera fase, la de iniciación. «Muchos de ellos lo que buscan es controlar el juego y no dejarlo», explica Comesaña desde la Asociación Gallega de Jugadores de Azar.

Después de una terapia de iniciación de seis meses, el paciente se enfrenta a otros seis de la fase intermedia. La última de mantenimiento se alarga seis meses más. «El 80% exitoso lo es porque no vuelve a caer», indican desde la asociación gallega.

En ocho años, la recaudación provincial se ha reducido casi en cuatro millones de euros. Entonces, los juegos de azar superaban los 31 millones de euros. Aunque la cifra ha bajado, Pontevedra representa el 38% de los ingresos de la Consellería de Facenda por el juego. A Coruña supera en dos millones la recaudación de la provincia, y Ourense y Lugo ofrecen los números más bajos con siete y seis millones, respectivamente.


Acuden antes a terapia

¿En qué momento una persona da el salto del juego a la adicción? Los que ya han pasado por la experiencia aseguran que «cualquier situación es buena para empezar, pero muchos identifican el estar mal con ir al bingo y ponerse bien. Identificas el mal con el bien y cada vez estás en una situación más límite».

La crisis ha jugado a favor de las terapias. La negativa de los bancos de conceder créditos impiden que muchos adictos puedan seguir jugando.

«Notamos que al no haber dinero, vienen antes», señalan desde la asociación, con sede en Vigo, que atiende a una media de entre diez y doce personas al mes, aunque solo seis de ellas entierran el fantasma de la adicción. «Otras vienen tiempo después concienciados», reconocen en la Asociación Gallega de Juegos de Azar.

La negativa de crédito en los bancos obligan al adicto a buscar ayuda ante la falta de liquidez para seguir gastando.


Perfil habitual

El perfil del paciente es el de un joven de entre 25 y 35 años. Además, los profesionales aseguran que son fáciles de distinguir: «Es muy buen manipulador, primero se mueve en la mentira y más tarde pasa al robo. Es un carroñero». El bingo y las máquinas de azar lastran las estadísticas. Solo en la provincia de Pontevedra quince millones de euros salen de las máquinas recreativas para la Administración autonómica, mientras otros diez llegan desde el bingo, que además suma casi dos millones de euros por el pago de impuestos.


Situaciones límite

Agaja ha visto muchas situaciones límites. En algunas de ellas, los pacientes llegan después de haberse gastado más de 300.000 euros en el juego, la misma cantidad que se recauda a través de los casinos en la provincia. Esta última actividad es la que menos suma en Galicia, al existir solo casinos en A Coruña y Pontevedra.

El PSOE pidió este mes una revisión de la ley que permita un mejor control de la actividad, haciendo compatible la actividad económica con la prevención de enfermedades, como la ludopatía. Una línea muy fina y desdibujada.